Los smartphones (teléfonos inteligentes) y los computadores portátiles son algunos de los aparatos electrónicos que EE.UU. ha decidido dejar libre de los aranceles impuestos por la Administración Trump, anunció este sábado la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, en inglés).
La nueva directriz de la CBP, encargada de recaudar los aranceles sobre las importaciones, también incluye un listado con una veintena de componentes y dispositivos, entre los que se encuentran chips semiconductores, pantallas planas de televisión, unidades flash (pendrive) y tarjetas de memoria.
La exención se aplicará a aquellos productos importados a EE.UU. y que hayan ingresado al país norteamericano o salieran de los almacenes en sus lugares de origen a partir del 5 de abril.
Esto podría representar un alivio para los consumidores, quienes se enfrentaban a la posibilidad de pagar precios más altos, principalmente por los aranceles a China, y para gigantes tecnológicos norteamericanos como Apple, que fabrican gran parte de sus productos en el país asiático.
De hecho, aproximadamente el 90% de la producción y ensamblaje del iPhone de Apple se realiza en China, según estimaciones de Wedbush Securities.
Además, de acuerdo a Everscore IS, en territorio chino se fabrica el 80% de los iPads y más de la mitad de los computadores Mac.
Trump exime de aranceles a dispositivos electrónicos
Desde el anuncio de la agresiva política arancelaria de la Administración Trump el pasado 2 de abril, Apple ha perdido más de 640.000 millones de dólares en valor de mercado y Microsoft la ha superado como la cotizada más valiosa del mundo.
Esta nueva directriz “elimina por ahora una enorme nube negra sobre el sector tecnológico y la presión a la que se enfrentan las grandes tecnológicas estadounidenses (…) Éstas no tienen otra opción, ya que la cadena de suministro se encuentra esencialmente en Asia”, consideró el responsable de investigación tecnológica de Wedbush Securities, Dan Ives, en un comunicado.
Esta semana, Trump pospuso por 90 días la aplicación de los “aranceles recíprocos” para negociar con los países implicados, pero fijó un impuesto base del 10% a las importaciones. Sin embargo, no incluyó a China en esa decisión, y le incrementó los aranceles al 125%, más otro gravamen del 20% que ya pesaba en su contra (llegando a 145% en total), provocando una respuesta proporcional de Pekín.