
Por qué los residentes europeos se están rebelando contra los turistas
“Recuerdo caminar por las calles cerca de Las Ramblas y escuchar a los pájaros y las campanas de la iglesia”, dice Maite Domingo Alegre, que vive en Barcelona. “Nunca me había dado cuenta de que las campanas sonaban. Pero ya nunca puedo escucharlas. El turismo ha traído tanto ruido que es increíble”.
(CNN) — Mientras manifestantes han salido a las calles en toda España, interrumpieron la boda de un multimillonario en Venecia e incluso provocaron el cierre del Louvre debido a una protesta del personal por el exceso de visitantes, Noel Josephides ha estado observando con una frase en mente: se los advertí.
“Pude haber dicho que eso sucedería hace 10 años”, afirma. “Y lo dije. Dije: ‘Esto se va a descontrolar’”.
Josephides es presidente de Sunvil, un operador turístico británico que ha enviado a turistas británicos de alto poder adquisitivo de vacaciones desde 1970. También fue presidente de ABTA y AITO, dos organismos de la industria de viajes del Reino Unido, lo que lo convierte en una de las figuras más influyentes del turismo europeo.
Y asegura que vio venir la crisis actual del turismo de masas en Europa.
“Dije que habría enormes problemas en el futuro”, recuerda sobre un discurso que pronunció en la convención anual de ABTA, celebrada en Dubrovnik en 2013.
La pandemia de covid-19 fue la única vez en años que Las Ramblas de Barcelona estuvieron libres de turistas. Josep Lago/AFP/Getty Images
Lanzó esa advertencia mientras la economía colaborativa —liderada en el sector de viajes por Airbnb— se expandía rápidamente por Europa. Sin embargo, su preocupación no era solo el alquiler vacacional a corto plazo.
Lo que anticipó fue una tormenta perfecta: aerolíneas de bajo costo que se expandían rápidamente junto con el aumento de los alquileres temporales, creando una nueva y vasta capacidad turística, bajando los precios e inaugurando una nueva era de viajes económicos a gran escala.
Por supuesto, como operador turístico, Josephides compite directamente con los alquileres temporales y la planificación de viajes independiente que fomentan las aerolíneas de bajo costo. No obstante, hoy parece una figura de advertencia: previó el caos, pero nadie actuó. Ahora se han cumplido sus peores temores.
“La población local tiene toda la razón”, dice sobre las protestas crecientes. “Está fuera de control. Estoy del lado de los manifestantes, aunque afecte a mi negocio”.
“Un salmón nadando contra la corriente”
La situación en Europa este verano dista mucho de las calles vacías y las aguas claras del verano de 2020. Durante la pandemia, muchos destinos prometieron reinventar el turismo para mejor. Pero una vez que se levantaron las restricciones de viaje, todo volvió rápidamente a lo de antes y, en muchos casos, empeoró, gracias a lo que se denominó “turismo de revancha”.
Para algunos residentes, el recuerdo del confinamiento se ha teñido de nostalgia.
“Recuerdo caminar por las calles cerca de Las Ramblas y escuchar a los pájaros y las campanas de la iglesia”, dice Maite Domingo Alegre, que vive en Barcelona. “Nunca me había dado cuenta de que las campanas sonaban. Pero ya nunca puedo escucharlas. El turismo ha traído tanto ruido que es increíble”.
Profesora de inglés y profesora asociada en la Universitat Pompeu Fabra, Domingo Alegre vive en el centro histórico de la ciudad cerca de la catedral y trabaja cerca de Las Ramblas. Dice que su ciudad ha cambiado hasta ser irreconocible.
“Siempre hemos tenido turismo, y turismo masivo, pero en los últimos 10 o 15 años esto ha cambiado drásticamente”, afirma. “Ya no es estacional, es los 365 días del año. Y los visitantes superan ampliamente a los habitantes”.
Las calles abarrotadas son una cosa; los efectos secundarios, dice, son peores.
El video del músico veneciano Ornello lo muestra como un astronauta, caminando por las concurridas calles que se han vuelto ajenas a él. Cortesía de Ornello.
“La mayoría de las tiendas —incluso de alimentos, ropa, restaurantes, todo en el centro— está básicamente dirigido a los turistas”, señala. “Los precios han subido. Airbnb expulsó a muchos residentes. La mayoría de mis amigos se han ido del barrio porque ya no pueden permitirse vivir allí”.
La pandemia, añade, intensificó el problema, atrayendo a trabajadores remotos de toda Europa. “No se mezclan con los locales. No les interesa la cultura catalana ni la española. Lo ven más barato, tienen buena comida y bebidas económicas, así que la mayoría de los bares y restaurantes también están pensados para ellos”.
En Venecia, la historia se repite. El más reciente video del músico local Ornello lo muestra vestido de astronauta, abriéndose paso entre las multitudes veraniegas. En su identidad real, Alessio Centenaro, se siente igualmente fuera de lugar en su ciudad natal.
“Soy ciclista y los domingos salgo en bicicleta desde Piazzale Roma (la terminal de carretera de Venecia). Salgo y voy en dirección contraria a todos los turistas que llegan a la isla y me siento como un salmón nadando contra la corriente. A veces, cuando estás rodeado de turistas, con cientos a tu alrededor, sientes que tú eres el extranjero”.
Venecia siempre ha sido una ciudad turística, añade, pero antes también tenía una considerable población residente. “Oficialmente hay 48.000 personas, pero nadie dice cuál es el porcentaje de ancianos. Yo diría que quizás el 70 % tiene más de 70 años. Si viven otros 15 años, ¿qué pasará entonces?”
De “secreto” a saturado
En los últimos cincuenta años, Josephides ha visto cómo los destinos pasan de ser encantadores a estar saturados. La trayectoria, dice, es casi siempre la misma.
Primero, un operador turístico boutique como Sunvil identifica un destino poco visitado que parece perfecto para sus clientes: personas en busca de unas vacaciones donde no estén rodeados de otros turistas. Agregan ese destino a su catálogo, normalmente fletando un vuelo semanal para llevar allí a los clientes al principio.
Así, las primeras temporadas serán un período idílico con relativamente pocos visitantes. Ellos disfrutan de la paz y la tranquilidad; los residentes disfrutan del dinero que inyectan en la economía local.
Pero luego la noticia se esparce. Una aerolínea de bajo costo —ya que son las aerolíneas de bajo costo, y no las tradicionales, las que invierten en lugares poco conocidos— comienza a operar hacia ese destino. Al año siguiente, sus competidoras hacen lo mismo, ansiosas de no quedarse atrás.
De repente, hay un exceso de vuelos al destino, y para llenarlos las aerolíneas reducen tarifas, lo que significa que el turismo económico se convierte en turismo masivo. El alojamiento intenta igualar el creciente número de visitantes, lo que lleva a los locales a invertir en alquileres temporales.
Pronto, ese destino “secreto” está saturado, no solo por los primeros visitantes más acomodados, sino por ese turismo masivo, que llega en aerolíneas de bajo costo, se aloja en un Airbnb y en general gasta menos localmente. Así que la primera ola se desplaza a un nuevo lugar, y el ciclo comienza otra vez.
El número de residentes en Venecia se ha desplomado a medida que el número de visitantes a la ciudad sigue aumentando. MARCO BERTORELLO/AFP/AFP vía Getty Images
Josephides señala la isla griega de Samos como uno de los próximos destinos que pasará por este ciclo. Este año hay un vuelo directo semanal desde el Reino Unido, dice. “El año que viene, TUI (una empresa alemana de viajes) tiene jueves y domingo. Jet2 ha puesto cuatro vuelos: dos desde Manchester, uno desde Birmingham y uno desde Stansted. Así que espera a ver cómo llegan Ryanair y easyJet.” Las grandes empresas, dice, “entran como una aspiradora. La naturaleza de la isla cambiará, pero los gobiernos locales no entienden lo que sucederá hasta que es demasiado tarde”.
Incluso los lugares ya consolidados pueden ser víctimas de su propia popularidad. Los aeropuertos de las islas griegas de Corfú y Creta, señala Josephides, están saturados de vuelos. “El turismo masivo no va a destinos que no son conocidos, así que tienes este cuello de botella de vuelos baratos que alimentan fenómenos como Airbnb. La población local tiene razón: está fuera de control”.
Un portavoz de Airbnb dijo en un comunicado: “Airbnb ofrece una forma diferente de viajar que distribuye mejor a los huéspedes y los beneficios en más comunidades. El hecho es que el turismo masivo está empeorando en ciudades donde Airbnb está fuertemente restringido: en Ámsterdam o Barcelona, la introducción de restricciones estrictas a los alquileres temporales ha coincidido con un fuerte aumento en las noches de huéspedes impulsados por los hoteles y un aumento de los precios de alojamiento para los viajeros. Las ciudades que quieren tener un impacto significativo en el turismo masivo deberían adoptar un turismo que apoye a las familias y comunidades”.
Agregaron que el 59 % de las “noches de huésped” vendidas en la Unión Europea en Airbnb en 2024 son en destinos fuera de las ciudades, mientras que su investigación publicada en junio muestra que la mayoría de los turistas sigue eligiendo hoteles. VRBO, otro importante proveedor de alquileres temporales, no respondió a una solicitud de comentarios.
Una ofensiva contra el turismo masivo
Pedro Homar conoce bien esta presión. Como director de turismo de Visit Palma, está atrapado entre visitantes que se comportan mal en la ciudad española y residentes que exigen acción.
“Debemos asegurarnos de que el turismo sea una industria sostenible, no solo desde un punto de vista ambiental, sino también social y económico”, dice. “Nuestra economía depende del turismo, así que o nos aseguramos de ser sostenibles o no tendremos futuro”.
Desde la pandemia, Palma ha dejado de promocionarse abiertamente. En cambio, realiza “campañas de imagen” para moldear percepciones, llegando incluso a emitir anuncios para señalar comportamientos antisociales en ciertos complejos turísticos.
El Patronato de Turismo de Palma está tomando medidas para centrar la industria en los residentes, no en los visitantes. Sergi Reboredo/Getty Images
En 2022, la ciudad limitó la llegada de cruceros a tres al día, aunque el puerto puede manejar seis (Barcelona ha hecho lo mismo, anunciando en julio que cerrará dos de sus siete terminales de cruceros a partir de 2026). Prohibió los alquileres temporales y Airbnbs en edificios residenciales del centro y ha establecido un límite de 12.000 camas de hotel: para que un hotel nuevo abra, otro debe cerrar.
Palma también ha reunido un fondo de 50 millones de euros (US$ 58 millones) para comprar y retirar de circulación hoteles anticuados, normalmente propiedades más baratas que suelen atraer a turistas con bajo presupuesto. “Es una forma de sacar del mercado todos esos hoteles obsoletos y antiguos que ya no son competitivos y no son el tipo de producto que queremos para el destino”, dice Homar.
“No te necesitamos”
El enfoque de Palma plantea una pregunta: ¿quién tiene el “derecho” a viajar?
Algunos destinos han utilizado durante mucho tiempo los altos costos para disuadir el turismo masivo. Bután cobra una tarifa de “fondo de desarrollo sostenible” de US$ 100 por día. Un permiso para observar gorilas en Rwanda cuesta US$ 1.500 por persona. Incluso la tarifa de 10 euros para visitantes de un día en Venecia ha generado críticas de los habitantes por vender la ciudad a los ricos.
Homar argumenta que los destinos deberían tener el derecho de elegir a sus visitantes, comparándolo con decidir a quién invitar a cenar.
“Realmente creo que como destinos maduros, tenemos el derecho de elegir a los turistas que queremos, y a los que no queremos”, dice. “Queremos turistas que respeten nuestra personalidad, nuestra forma de vida, nuestras tradiciones”.
“Si piensas venir sin un punto de vista respetuoso, decimos, respetuosamente, no te necesitamos”.
Josephides es más directo. “Ya no quieren a la multitud”, dice. “Suena duro decirlo, y todos tienen derecho a unas vacaciones, pero los números siguen creciendo. Todo está fuera de control. Puedo entender la democratización, pero depende del destino si quieren clientes sin dinero”, añade. “Me gustaría conducir un Ferrari, pero no puedo permitírmelo”.
Por ahora, dice, la mayoría de los destinos europeos parecen estar enfocados en limitar los números en lugar de excluir por precio a los viajeros de bajo presupuesto por completo.
Reconquistar a los residentes
Recuperar la buena voluntad de los residentes es tan importante como abordar las multitudes.
“Una ciudad donde los residentes no están satisfechos es una ciudad que no funciona”, dice Ruben Santopietro, CEO de Visit Italy, una empresa de marketing para varios destinos en todo el país. “Pierde su identidad por completo. Los residentes se sienten excluidos y los barrios se vuelven turísticos”.
Nacido en Nápoles, que vio protestas por la falta de vivienda y el creciente número de alquileres temporales en marzo, Santopietro ha visto cómo su ciudad natal ha aumentado en popularidad —y en precios de vivienda— en la última década.
Advierte que si el crecimiento continúa sin control, “en cinco años, el 50 % de las città d’arte (ciudades italianas de cultura) serán inaccesibles”. Roma, Florencia y Nápoles, dice, ya están “sofocadas por el turismo” casi hasta el punto de no retorno.
En Roma, visitar la Fontana de Trevi se ha convertido en una pesadilla. Jakub Porzycki/NurPhoto/Getty Images
Los visitantes, añade, en realidad quieren que los locales estén presentes. “Venecia pertenece a los venecianos. Si los locales no están, ellos no irán. Poner a los residentes en el centro de los modelos turísticos es la única manera de preservar nuestras ciudades y evitar que se conviertan en museos al aire libre”.
Homar está de acuerdo, repitiendo la misma frase —”poner a los residentes en el centro de la estrategia turística”— al hablar del nuevo plan quinquenal de Palma, adoptado en 2023. Algunos hoteles comprados por la ciudad serán reemplazados por espacios verdes o convertidos en viviendas.
En noviembre, Palma lanzará actividades culturales gratuitas para los residentes— recitales de órgano, jornadas infantiles en el antiguo taller del artista Joan Miró, conciertos teatrales organizados por emisoras nacionales de radio españolas, caminatas guiadas de arquitectura por la ciudad— para “fortalecer el sentido de pertenencia y el orgullo de ser ciudadano”.
“Todas estas iniciativas serán en espacios que los residentes por alguna razón creen que son solo para turistas”, señala. “Estamos viendo que el sentido de pertenencia que los residentes solían tener por estar en Palma lo estaban perdiendo poco a poco y necesitamos cambiar esa dinámica”.
El impacto de las redes sociales
Redistribuir a los visitantes también puede ayudar. El problema en Italia, dice Santopietro, no es que el país no pueda manejar la cantidad de turistas, es que todos van a los mismos lugares.
Este verano, su agencia lanzó una campaña, “El 99 % de Italia”, animando a los viajeros a visitar destinos menos conocidos, desde Génova hasta Tropea (algunos de los cuales eran sus clientes, pero no todos). “Utilizamos las plataformas de redes sociales porque han creado estos desequilibrios”, dice, y añade que esperan resultados tangibles a largo plazo, ya que las campañas de marketing regional tardan más en surtir efecto.
Santopietro afirma que incluso en los destinos más concurridos, se pueden tomar medidas para dispersar a los visitantes. Sugiere incentivos; por ejemplo, entradas con descuento para el Coliseo de Roma para quienes ya hayan visitado la antigua ciudad costera de Ostia Antica.
La recuperación lleva tiempo
A corto plazo, es probable que las protestas se extiendan, dice Estrella Díaz Sánchez, profesora asociada de marketing en la Universidad de Castilla-La Mancha, en España.
“Algunos residentes están frustrados por el número de turistas que reciben, pero creo que el factor principal son los alquileres que se disparan, impulsados por los alquileres temporales, que expulsan a los locales del mercado de la vivienda”, comenta. “La solución no es rechazar el turismo; es hacerlo más inclusivo y respetuoso”.
Incluso Josephides, el pesimista de la industria turística, cree que la recuperación es posible. Señala a Estoril, en la costa de Lisboa, que en la década de 1970 era un destino de masas. Las autoridades decidieron convertirlo en un destino de alto nivel, y lo lograron.
“Se puede recuperar, pero lleva tiempo”, comenta. “Es mucho más fácil para un destino controlar su crecimiento que repararlo después”.